Corría el mes de Septiembre de 1970, una nueva Junta de Gobierno se hacía cargo de la dirección de la Hermandad de Nuestra Señora la Virgen de los Clarines, principal entidad religiosa de Beas, encargada de organizar los cultos y fiestas en honor de la Patrona del pueblo, la Virgen de los Clarines.
La Hermandad, que años antes había asumido el reto de la construcción de la Casa Hermandad en la aldea de Clarines, se vio obligada a la reedificación de gran parte de la blanca Ermita que cobija a la Virgen, pues había quedado dañada por el terremoto que tuvo lugar el día 29 de febrero de 1969, lo que aumentó de forma notable su difícil situación económica.
La nueva Junta de Gobierno, presidida por Antonio Becerril Rebollo, se planteó la necesidad de buscar nuevas fuentes de ingresos.
Con estas ayudas, se pretendían atender a sus múltiples actividades y a las necesidades surgidas por las obras acometidas, solicitándose a todos sus miembros en la primera reunión que celebraron que para la siguiente reunión “aportaran ideas que puedan conducir al logro de fondos para la celebración de la próxima Romería”.
En la reunión de la Junta de Gobierno celebrada el día 10 de Octubre de 1970, el Mayordomo Miguel Caballero Domínguez propone la celebración de un Nacimiento Viviente, «al modo de los que por esas fechas se instalaban en muchas de las casas de la población, pero a gran escala, en el que los protagonistas fuesen los propios niños del pueblo para que diesen vida a los personajes y figuras de estos nacimientos y en el que los pequeños animales que forman parte de las escenas tradicionales de los belenes familiares, se hiciesen reales».
Así fue como, tras cincuenta días de trabajo, el 24 de diciembre de 1970, en la casa propiedad de doña Josefa Dolores Ramírez, sita en la calle Maestro Jacinto Ramírez vio la luz, lo que años después se ha venido conociendo como Belén Viviente de Beas.
Todo ello ha sido posible gracias al trabajo de los quince miembros de la Junta de Gobierno de la Hermandad, de las señoras Matilde Becerril, Edelmira Bardallo, Juana Cruz Vallez, Lola Novalbos, Beatriz Ramírez y Maria Domínguez y del vecino de Trigueros José Román Cruzado, que fue el encargado de dirigir los trabajos de colación del papel con el que imitar las cuevas y montañas.
El éxito de la muestra, que fue inaugurada por el Gobernador Civil de la Provincia, el Obispo de la Diócesis de Huelva y otras autoridades civiles y militares, fue tal que hubo de prolongarse su funcionamiento hasta el día 20 de Enero. Como dato estadístico significativo, las fuentes consultadas estimaron en 2.500 el número de personas que visitaron el Nacimiento Viviente.
Año 1974
Año 1975
Año 1976
Año 1977
Al año siguiente el Nacimiento vuelve a instalarse en la misma casa, contando ya con la dirección artística del beasino Francisco Mateo Sayago Ramírez, auxiliado por Juan Antonio Borrero Fernández.
En la Navidad del año 1972, la muestra se exhibe en una casa propiedad de Antonio Sayago Pérez y Benito Bando Sayago en la Calle Francisco Jiménez Hidalgo, nº 1.
En el año siguiente, el Belén Viviente, ya podemos llamarlo así, sufre una de sus grandes transformaciones, al cambiar su ubicación a un espacio notablemente mayor, el de la bodega propiedad de Antonia Cruzado en la Calle Cruz Verde nº 12, lugar donde permanece durante tres años.
Esta ubicación permitió el que las escenas tuviesen una mayor amplitud, abandonándose la concepción inicial de Nacimiento Viviente para ir ofreciendo las escenas, antes individualizadas, en un conjunto expositivo más integral, “que fuese reflejo más fiel de los nacimientos de las casas, en donde casi todo puede ser captado a un golpe de vista, pero al mismo tiempo se puede permitir el ir pasando por las escenas de un modo más cercano para alcanzar a contemplar mejor todos y cada uno de los detalles de las mismas”.
En su séptima edición, año 1976, el Belén vuelve a cambiar de ubicación, instalándose en la bodega propiedad de los hermanos Ricarda y Bernardo Botello, sita en la calle Juan Ramón Jiménez, donde permanece hasta el año 1983.
En esta ocasión, las mayores dimensiones del local, permite al Belén otro gran cambio en su estructura, se incorpora la propia almazara del local como escena y, sobre todo la posibilidad de ser visitado por un mayor número de personas, calculándose unas diez mil en este primer año.
En 1983, la antigüedad de la Bodega y las fuertes lluvias de ese año, motivó que el responsable de la Junta de Gobierno de la Hermandad Nicolás Liroa Beltrán propusiese a su Junta y ésta aceptase el cierre de la muestra el día 30 de Diciembre.
La desilusión por el cierre prematuro no fue óbice para que la Hermandad se pusiese manos a la obra para conseguir un local adecuado a la historia y el papel que en la vida de Beas y de la propia Hermandad había adquirido el Belén Viviente.
El 26 de enero de 1984, la Junta de Gobierno decide la venta de la casa Hermandad sita en la calle Pedro Díaz Gutiérrez y la compra de un solar en la calle Colón. En febrero se acepta el presupuesto de la empresa Hermanos Ramírez de Villalba del Alcor, por importe de un millón y medio de pesetas para la construcción de una nave en la que alojar el Belén y en diciembre de aquel mismo año, el Belén Viviente de Beas se abría al público en la que es su actual ubicación, con una superficie expositiva de 1.500 metros cuadrados, que en aquel año acogió a algo más de 15.000 visitantes.